Y es que ninguno de los que estuvimos allí se salvó de unas buenas quemaduras. Siempre nos quedamos cortos en los plazos de tiempo para grabar. En un principio teníamos pensado que terminaríamos para poder ir a comer a casa, pero por si acaso llevamos algunas cosillas para picar.
Empezamos llegando a las 8 de la mañana y hasta más de las 5 de la tarde no marchamos. Por la mañana fresquito. La zona es un páramo en el alto, por algo están los molinos, con lo que siempre había una falsa sensación de buena temperatura. Pero el sol no perdona y nos íbamos tostando sin apenas darnos cuenta. Cuando ya empezaba a escocer el cuello y los brazos, ya era tarde.
Por fortuna pudimos comer a la sombra de uno de los molinos donde nos dimos un descanso merecido antes de atacar el final de la grabación. Eran las 2 y solo quedaban 3 horitas.
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